¡Qué gran familia los Mariñas! ¡Grandes amigos, Enrique, Luis, Jorge..! Con estas exclamaciones me recibía Matías Prats hijo (que no nieto) cuando estaba haciendo la prueba de plató para fichar por Antena 3 TV. De repente se me pasaron todos los nervios, me sentí como en casa, sentí una voz amiga, una voz a la que tantas veces hacía referencia Jorge con admiración. Admiración a su padre, Enrique, admiración a Matías padre, los grandes referentes del periodismo deportivo y grandes amigos.
Jorge fue mi primer jefe, la primera persona a la que tuve que rendirle cuentas profesionalmente. Era todo tan fácil que recuerdo perfectamente el sentimiento inmediato de pertenencia al gremio, a aquella forma de trabajar, a aquella forma de informar, a aquella honestidad.

Lo hacía todo muy sencillo, su retranca, su sentido del humor, su forma de ver la profesión y la vida te envolvía de tal manera que inevitablemente te unías a la causa. Él fue maestro, para analizar, para ver donde otros no veían, para contarlo, con naturalidad, sin estridencias, sin florituras, sentir y transmitir. Jorge fue la voz del hockey, del tenis, de la fórmula 1, de grandes momentos del Depor, de tantos deportes que por primera vez se podían seguir por la TVG. Según Augusto Lendoiro, de los hermanos, Jorge era el que tenía la voz más parecida a su padre Enrique. Llegar a esa casa, a la TVG, y que Jorge fuese tu maestro era el mayor de los privilegios para una aprendiz de periodista, y con el tiempo me di cuenta que de la vida.
Jorge es generosidad, como lo define mi querido compañero y también pupilo de Mariñas, Alfonso Hermida: «Jorge tenía una enorme ventaja a la hora de hacer periodismo: su generosidad. Repartía juego como nadie dentro del equipo de deportes de la TVG. Muchos le debemos nuestros mejores momentos gracias a sus consejos, a sus gestos, a sus miradas. Hay que ser buena persona para ser buen periodista, dicen los clásicos. Jorge se sacrificó siempre por el bien superior de la redacción. Y eso es lo que es el periodismo, una obra colectiva. Jorge lo entendió así y así lo llevó a la práctica».
Y de que manera, fue un hombre justo, lo sabe bien Eduardo Herrero. Fue un hombre valiente y coherente, un hombre leal y fiel compañero. La redacción nos unió y nos convirtió en amigos, era también inevitable, sentíamos la vida de la misma manera, había que vivirla, aprovecharla, disfrutarla. Y así hicimos en nuestra despedida. Cuando Jorge ya sabía que eran sus últimas semanas, me dijo que tenía que hacerle un favor y que no me enfadase «sácame a tomar una caña». Fue más que una caña, fueron dos fines de semana de homenajes a la vida, a la amistad, al cariño, al deporte, a la profesión, con un poco de nostalgia, lo reconozco, pues ahora las cosas han cambiado.
La dignidad, la clase y elegancia, la actitud ante lo que es la vida (con su final incluido), que nos regaló en esos momentos, me las guardo como lecciones, como todas las que siempre nos ha dado Jorge. Y me las guardo con el propósito que él nos ha enseñado, transmitirlas y contarle al mundo que hay gente maravillosa que nos guía para ser buenas personas, como siempre lo fue él. Ese es el recuerdo que guardaré de Jorge Mariñas.
Descansa en Paz, maestro y amigo.